Pío Baroja

El aprendiz de conspirador empieza presentándonos la figura de Pello Leguía, imaginario pariente de Baroja, criatura hecha a i…

Muchas veces, mientras trabajaba en aquel abandonado jardín, Elizabide el Vagabundo se decía al ver pasar a Maintoni, que volv…

El paraje era severo, de adusta severidad. En el término del horizonte, bajo el cielo inflamado por nubes rojas, fundidas por los &ua…

Soy un hombre intranquilo, nervioso, muy nervioso; pero no estoy loco, como dicen los médicos que me han reconocido. He analizado tod…

Porque el que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado. (S. Mateo, v. XII, c. XIII.) Hab…

Porque todos sus días, dolores, y sus ocupaciones, molestias, aún de noche su corazón no reposa. -Ec…

II. De bohemio —Pues verá usted. Hace diez años vivía yo en una buhardilla de la calle de Vaugirard, enfrente del jard&…

Salí del teatro, disgustado, triste, con el cerebro lleno de ideas negras. Tanta grosería, tanta bestialidad, me molestaban. M…

Cuando te quedas sola a la puerta del negro caserío con tu hermanillo en brazos, ¿en que piensas, Mari Belcha, al mirar los mo…

El comedor de la venta de Aristondo, sitio en donde nos reuníamos después de cenar, tenía en el pueblo los honores de c…

La noticia corrió de boca en boca. Marichu, la mujer del caserío Aitola, tenía una enfermedad rarísima, que se l…